(segunda parte)
SOBRE “ES LA ÚNICA DEDUCCIÓN POSIBLE ANTE LA EVIDENCIA DE QUE EXISTEN FÓSILES DE SERES VIVOS QUE AHORA NO VIVEN”. Esta observación, ha de ser matizada primero, pues Son bastantes las especies que siguen viviendo desde un pasado muy remoto. Son las que se ha dado en llamar “fósiles vivientes”, más numerosas de lo que podemos pensar, desde la esquizofita Kakabekia [i] al famoso Nautilus, pasando por el tiburón, el Ginkgo, los equisetos, la rana o la hormiga.[ii] Del hecho de que estos organismos continúen vivos en la tierra y aparezcan en el registro fósil de épocas remotas, podemos deducir dos cosas: que no se han extinguido y que no han evolucionado. Este grupo de “fósiles vivientes” va creciendo cada día conforme aumenta el registro fósil y se acepta la natural variabilidad morfológica de las especies. De este grupo de organismos, aun considerando sólo aquellos en los que su morfología apenas ha variado, no es posible deducir evolución de las especies, de ellos, sólo puede deducirse la estabilidad de las especies. Del resto de las especies que han vivido en la tierra, su no existencia actual, puede deberse a una o a la combinación de varias de estas posibilidades: 1. Simplemente ha habido a lo largo de la historia de la tierra multitud de especies de seres vivos que se han extinguido. El número de estas especies extinguidas es considerable, lo que ha de entenderse como un argumento en contra de ese invento tautológico que llaman adaptación.[iii] En los últimos siglos la humanidad ha presenciado la extinción de numerosas especies, y hoy tenemos enormes listados de flora y fauna en peligro de extinción, y en ni uno siquiera de esos casos -algunos perfectamente documentados-, hemos podido observar que alguno de los individuos de esa especie tuviese descendientes constatablemente distintos a él, antes de extinguirse. Por más que lo intento, no puedo entender qué tiene que ver científicamente hablando, el que una especie se extinga, con que las especies se originen unas de otras por evolución. En este primer caso, decir que la evolución de las especies es la única deducción posible, es totalmente gratuito. 2. Hay muchas especies que siguen viviendo desde tiempos remotos pero ahora son más frecuentes unas variedades distintas a las que han predominado en otras épocas geológicas. El criterio específico en paleontología es muy delicado, por no decir inútil, en todo caso, ha de ser usado con mucha precaución. En paleontología, sólo se pueden reconocer formas, y dejando a un lado los escasos restos en los que aparecen fosilizados restos o marcas de las partes blandas de los organismos, el registro fósil se puede agrupar en tres tipos: restos o moldes de conchas o de estructuras externas; restos de esqueletos internos; y huellas o señales de vida. En el primer tipo, restos de conchas o de estructuras externas, los cambios morfológicos que se observan en las series geológicas concordantes y continuas, pueden explicarse perfectamente por: a) - superposición lateral de ambientes sedimentarios adyacentes, en situaciones de trasgresión o regresión. Y b) por mínimos cambios químicos en el medio, como ya probaron Pouchet y Chabry; D’Arcy Thompson y otros.[iv] Entre otras cosas, demostraron que foraminíferos de una especie, reaccionaban a mínimos cambios en la alcalinidad del medio, construyendo conchas “propias” de otras especies de foraminíferos. En el caso de los restos de esqueletos de vertebrados, nos encontramos en una situación muy parecida, para poder decir que un resto fósil de un saurio (por ejemplo), perteneció a un individuo de una especie distinta a las especies de saurios que viven en la actualidad, es imprescindible en primer lugar un estudio serio y con un amplio muestreo, de la variabilidad morfológica de cada una de las piezas de los esqueletos de las especies de saurios vivas, cosa que no se ha hecho. Y en segundo lugar, no se puede definir una especie con un pequeño fragmento de un esqueleto, es más, cuando uno observa los hallazgos de restos de vertebrados, especialmente de los saurios, resulta que sólo vivió en la tierra un ejemplar de cada especie, porque recurrentemente, cada hallazgo es asignado a una especie nueva, distinta a las actuales y también distinta a todas las encontradas fósiles hasta ese momento. Hay que poner mucho orden libre de prejuicios evolucionistas en la paleontología de vertebrados, e incluso hay que empezar a valorar con seriedad la importancia decisiva de las condiciones físico-químicas ambientales y de los restantes factores epigénicos en la manifestación fenotípica predominante de una variedad determinada, o de un tamaño en los seres vivos, en una época geológica determinada. Por lo que hasta que no se determine con relativa certeza la capacidad de variabilidad morfológica de una especie, de este segundo punto, tampoco se puede obtener ninguna evidencia de evolución de especies. 3. Las especies antiguas han desaparecido del registro fósil porque han evolucionado a otras especies más modernas. Esta es la posibilidad que es aceptada por los partidarios del paradigma evolutivo, pero de ser esto lo que ha ocurrido en la historia de la Tierra, la paleontología observaría algo distinto a lo que encuentra en los estratos. Veamos: a) Todos los evolucionistas, independientemente del mecanismo evolutivo que defiendan, entienden que es uno, o un escaso número de individuos los que varían del modelo específico y dan lugar a una nueva especie. Si esto es lo que ha ocurrido, el registro fósil estaría lleno de formas intermedias, más bien, sería difícil poder seguir una forma específica en el tiempo. Esto no es así, las formas aparecen estables durante mucho tiempo geológico (con la debida precaución al estimar el tiempo geológico). b) Como lo que aparece en el registro fósil es una forma estable y de pronto de un estrato al siguiente, desaparece esa forma y aparece una nueva, y no siempre parecida a la anterior; la idea evolutiva, ha de sumar a la posibilidad de que algunos individuos adquieran de súbito una forma nueva, la necesidad de una extinción instantánea de todos los individuos que han mantenido la forma anterior. Y esto no es que haya podido suceder una vez, sino que es el mecanismo necesario en cada nueva variación. c) Es un interrogante el que las investigaciones de Eldregde y Gould sobre las series de Trilobites y el equilibrio punteado,[v] no incluyan referencias analíticas de la composición salina de los sedimentos y de las más mínimas estructuras sedimentarias, pues el resultado de sus investigaciones se refiere más a la superposición de ambientes sedimentarios adyacentes, que a un continuo juego sincronizado de “monstruos viables” y extinciones simultáneas. Por lo que este tercer apartado, tampoco aporta ninguna evidencia de que las especies han evolucionado desde otras especies, este tercer punto es una idea sin ningún respaldo paleontológico.
(continuará pronto)
[i] Siegel, S.M. y Guimarro, C; “On the cultura of a microorganism similar to a precambrian microfóssile Kabekia umbelata, in NH rich atmosphere” Proc. Nat. Scad. Sc, 55, 349-353, 1.967. [ii] Para ver la mejor lista sobre estas especies que no han variado a lo largo de las eras geológicas, en P. Grassé – “La evolución de lo viviente” Edit. Blume 1.977 pág 86 – 110.
[iii] La propia idea de adaptación implica que un organismo que no era capaz de hacer o de padecer algo, de pronto, como una novedad, consigue hacerlo o padecerlo sin que lo destruya. Está por demostrar que esto ha sucedido alguna vez en la naturaleza. Y en cualquier caso, es una falacia, porque todos los organismos que existen están bien adaptados, puesto que están vivos, y la única manera posible de medir científicamente la adaptación, es por una estimación cuantitativa de los que mueren y los que sobreviven, y para ello, existen palabras y conceptos como vida y muerte, suficientemente claros para no tener que inventar otros que signifiquen lo mismo.
[iv] Tompson, D’Arcy. “Sobre el crecimiento y la forma” Edit, J. T. Bonner – Cambridge 2.003 - p.138; p. 193 y 194. Pouchel y Chabry Socc. Biol. París 9 – 1 – 1.989 – Acad. Sci. París 108 - 1.889: 196 – 198. Brady H.B. Chall Rep. Foraminifera 1.884 p. 203 pl XIII. Bastch “Conchylien des seesandes” 1.791 p.4 pl VI fig 15 a-f. Dreyer “Peneroplis; eine studie zur biologischen Morphologie und zur speciesfrage” Leipzig, 1.898. Eimer und Fickert “Aartbilding und Verwandschaft bei den Foraminiferen” Tübing zool. Arbeiten 3 – 1.899 – 35.
[v] Eldregde, N y Gould, S.J. “Punctuat ed equilibria: An alternative to phyletic gradualism” Models Paloebiology Cooper & Co 1.973.
Semogil 14 de Abril del 2011
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