Variabilidad de punteado en una especie de mariquita. Imagen de: http://www.fosil.cl/Los evolucionistas, en su afán por cambiarlo todo para adaptarlo a sus planteamientos, no han dejado tranquilo el asunto de las especies, es más, les interesa especialmente. Sus intentos son de lo más curiosos:
Algunos más audaces dicen que desde el primer organismo “primitivo” hasta el hombre, hay una continuidad de pequeños cambios La vida es una unidad continua, por lo que dividirla en especies es algo inconsistente, arbitrario e innecesario.
[1] No sabemos si sus intentos de clasificar los diferentes “grados” de vida con números y letras, al estilo de las matrículas de los coches, tendrán éxito, esperamos que impere el sentido común.
Otros han intentado comparar los genes para establecer el nivel de parentesco entre los seres vivos. Al dar por supuesto que todos venimos unos de otros por evolución, dan por sentado el siguiente principio: cuanto más parientes seamos, menos diferencias habrá entre nuestro genoma. Y esto que puede sonar a algo sensato, vamos a ver para lo que da. Cuando Nutall, comparó los antisueros sanguíneos, sorpresa, el que más se parecía al del hombre era el de la ballena, no el de los monos, y encima el procedimiento de comparación era tan resolutivo, que si se tomaba como patrón el antisuero de los ungulados, el que era más parecido a él, era el de la ballena; pero si se tomaba como base el de la ballena, el que más se parecía a ese, era el de los murciélagos. Así que el asunto se dejó un poco aparcado, pero han vuelto recurrentemente sobre él; en 1.981 el Dr. Colin Patterson declaraba en el Museo de Historia Natural de Nueva York ante más de 1.000 científicos: “El hombre y el cocodrilo, comparten el 7’7 por ciento de alfa-hemoglobina; el cocodrilo y las aves también comparten un 7’7 por ciento, pero el hombre y las aves comparten un 14’7 por ciento. ¿Qué está sucediendo aquí.....?. El problema parece verdaderamente irresoluble”.
[2] Claro, si dan por supuesto que las aves y los mamíferos proceden directamente de los reptiles, la semejanza genética debería ser mayor entre descendientes y antepasados que entre las aves y nosotros, y no es así.
Dos seres de la misma especie. Imagen de: http://lh6.ggpht.com/Últimamente nos están bombardeando desde los medios de comunicación, con las consignas “científicas”, que se expanden principalmente desde la revista Nature, sobre el tanto por ciento del genoma que compartimos los humanos entre nosotros y con los monos. Lo último que he leído es que entre los humanos existe una diferencia del 5%, mientras que casi al mismo tiempo se publica en otro medio de comunicación que los humanos compartimos con los monos el 99% del genoma. ¿Cómo es posible que se atrevan a decir estas cosas cuando sólo se conoce la forma estructural del genoma humano, y la composición de algún que otro gen concreto, y ni mucho menos su composición química detallada, ni su secuencia de genes, ni el papel de cada uno de ellos?. Como sigamos por este camino, pronto va a resultar que no vamos a ser de la misma especie que nuestro vecino del segundo, y por el contrario, vamos a ser de la misma especie que una mona de Gibraltar o que un tulipán, por decir algo.
[3]Es necesario que entremos con un poco más en profundidad al asunto de la variabilidad dentro de una especie. Vamos a comentar detalladamente la siguiente figura:
Esquema sobre los cambios en la población de una especie que es atacada sistemáticamente:
Tenemos una población de alguna plaga, (cómo pulgones, piojos, bacterias o moscas, da igual, el ejemplo es de aplicación general). La población está representada por la larga mancha negra identificada como 1 en la parte superior del dibujo. Su anchura indica la distinta variabilidad de los individuos, y no nos referimos a que sean mutantes, sino a las mil y una causas que hacen a los seres y a sus circunstancias, en un momento dado, distintos, nos referimos a variaciones tanto de composición genética como fisiológicas, como de estado de salud, como de memoria de las experiencias pasadas, como de la altura a la que están desde el suelo, etc. Y las dos líneas laterales indican los límites que son propios de cada especie y que no pueden ser traspasados.
Podemos ver que no predomina ninguna modalidad concreta de individuos. Tener todos esos insectos sobre sus cerezos, al agricultor no le parece adecuado, y fumiga contra esa “plaga” y el veneno logra exterminar a casi todos los individuos. Pero hay unos pocos que se escapan (si el motivo por el que se han escapado es genético, morfológico, de edad, posición o cualquier otro que podamos o no apreciar, no es decisivo, ni nunca único). Esto aparece gráficamente representado en la línea 2, sólo permanecen vivos unos reductos de individuos. (marcamos con unas pequeñas señales debajo de la línea para tener después un “registro” de qué tipo de individuos son los que escaparon a la primera fumigación). Ni que decir tiene que el agricultor da su dinero por bien empleado porque la “plaga” prácticamente ha desaparecido.
Pero pronto pasamos al dibujo de la línea 3. Al quedar toda la comida y el espacio disponibles, y al haber muerto muchos depredadores con el veneno, los supervivientes de la primera fumigación se reproducen rápidamente y a la vez van diversificando sus posiciones y todos los demás condicionantes (obsérvese que si extendemos las tres manchas de la línea 3, casi obtendríamos una población como la de la línea 1). El agricultor fumiga de nuevo con el mismo producto que tan buen resultado le había dado en el caso anterior, y consigue matar a muchos individuos, pero los que sobreviven son más que en la vez anterior, lo que aparece en la línea 4.
El proceso se repite como vemos en la línea 5 y en la 6 con una nueva fumigación, hasta que al llegar a la situación de la línea 7, el agricultor ve, que sin dejar de fumigar periódicamente, sus cerezos tienen más insectos que al principio. En este punto vamos a considerar dos posibilidades:
– El agricultor vuelve al almacén de “fitosanitarios”, y le dice al técnico que su insecticida no vale, que ya no hace nada. El técnico, le responderá condescendiente: “el insecto debe de haber “mutado”, tome este otro insecticida y verá cómo le va mejor”. El agricultor lo usa y mata a muchos insectos, (línea 8a) incluso puede matar a todos de la variedad que no había matado el otro insecticida, pero siempre hay algunos que se escapan y vuelta a empezar como en la línea 2.
– El agricultor se cansa de pelear contra la “plaga” (recordamos que estamos en la línea 7) y deja que la cosa siga su camino natural que no es otro que el reflejado por las líneas 8b, 9b y 10, en las que se aprecia que en la medida en que aumenta la variabilidad disminuye el número de individuos que hay de cada modalidad, llegando en la situación de la línea 10 a algo muy semejante a la línea 1. Esto explica perfectamente por qué cuando un agricultor harto de que los venenos que le venden, no consigan acabar con la plaga, echa mano de ese que usó hace años y que guarda en una estantería, ese que dejó abandonado porque ya no mataba bien, y fumiga de nuevo con él, y funciona como le funcionó la primera vez que lo usó, vuelve a la línea 2.
Si el agricultor de nuestro ejemplo hubiese usado algún método más expeditivo que hubiese exterminado a todos los insectos, el problema sólo se aplaza un poco, porque todos los agricultores no fumigan a la vez, y en el campo de algún vecino, se habrán escapado algunos que vendrán pronto a sus cerezos.
Queremos decir que el ejemplo que hemos detallado, pasa continuamente, y que no es necesario recurrir a explicaciones “mutantes”. La vida es algo infinitamente variado para que nosotros intentemos encerrarla en un corsé.
[1] J.J. Simpson “Principles of Animal Taxonomy”. N. York. 1.961.
Ver sobre esto: S. Borruso, op. cit. pág. 30 – 34.
[2] Citado por S. Borruso - “La Evolución en apuros” pág. 100.
[3] ¿Cómo publican eso si el director del P.G.H. dice que el ADN de los seres humanos es semejante en un 99,9%?. Collins, F.S. “Cómo habla Dios” – 2.007 - p. 138.